De como se matan dos pájaros de un tiro

Ese día me dijiste que tenías que quedarte a trabajar, como casi todos los jueves desde hace ya más de un mes. Yo, como todas esas semanas te creí. Es que esos ojos claros y ese chaleco que usas bien apretadito no me dejaban pensar lo contrario. Lo malo para mí (y en parte para ti) fue que ese jueves yo tenía una despedida. Mi mejor amigo (ese que odiaste hasta el último día) se iba a Alemania por dos años. Ahí estabas tú. En un rincón con esa (según tu mismo describías) fea, chica y sin talento tomando nuestro vino.
Cuando te vi se me cayó la cara de espanto. No todos los días te das cuenta de algo que todos creen imposible. Así que ahí quedé- sola como un dedo y sin pan ni pedazo- por culpa de una fea y chica que resultó ser muy linda y alta que terminó quedándose contigo y de paso con mi dignidad.