sábado, diciembre 29, 2007

Dia de pago.

después de unas cuantas semanas trabajadas, me voi al puerto a gastarme la plata como se debe: pescado con papas fritas a las doce i media y putas después de las siete.
(luego de un par de copas todo comienza a olvidarse)

jueves, diciembre 06, 2007

hacer cuando no haces.

ahora que la suerte está echada, tengo todas las ganas de irma a playancha, donde no ma llamo marietta, sino francisca. Correr después de almuerzo detrás del heladero i comerme una paleta doble de chocolate de los helados york. Tomar once con pan batido con tomate i bajar a pata al plan. Tomar terremoto, o sino una chela a luca. O un vinito con frutilla.
Leer la estrella. Hablar con el abuelito de al lado para que me de un alca. Aunque no me gusten los alcas porque pican.
Bajar a la playa a tirarse al sol mientras escuchas loco loco de amor, loco loco por ti de la radio de una señora que le da huevos duros a los niñitos.
Quiero dormir hasta la una i media.
Quiero leer cualquier weá i demorarme dos semanas si quiero. o tres. o todas las vacaciones.
o no leer.

felices vacaciones para mí.
(L)



domingo, diciembre 02, 2007

el frío y la lluvia producen monstruos.

El día en que dejaste de quererme hacía un frío de esos en que se te congelan las patas. El cerro tenía nieve hasta bien abajo, así que el quiebre fue como una película gringa, de esas bien romanticonas que dan los domingos en la tarde.
Esa mañana no vi el tiempo, se me olvidó ponerme las botas de lluvia, así que el agua me llegó hasta las rodillas, no como tú, que andabas bien abrigadito y con muchas ganas de sacarme los cuatro años que estuvimos juntos en cara. Entendí completamente la letra de una canción de los prisioneros que mi papá tarareaba cuando era chica. Mientras me hablabas de cosas que no entendía trataba de sacar mis guantes del bolsillo, pero no pude. Tu excesiva frialdad, tal vez teniendo un poco que ver con el clima, me dejó perpleja.
Quizás por eso fue mi apuro en tu bien preparado discurso. Mi ¿terminaste? No fue sarcasmo, fue necesidad. La lluvia se ponía cada vez más fuerte.
Para pasar la pena me fui corriendo al carrito de la esquina a comprarme una sopaipilla. Ahí me encontré con el Alfredo, un perro que hallé en una situación tan parecida a la mía, todo mojado, triste y muerto de frío, que no pude evitar llevármelo. Por el día y el contexto le puse tu nombre y, cada vez que llueve y sale al patio a jugar me acuerdo de ti. De como se te ocurrió dejarme un día tan frío y lluvioso como ese y cómo a mi no se me ocurrió ponerme las botas.